miércoles, 24 de noviembre de 2010

MODO FLASH ON

Abrimos esta nueva sección con una recomendación.

KT TUNSTALL: Áltamente recomendable para almas efimeroperformáticas, escepticoalergénicas y automutables concentradas como la mía y la de muchos de ustedes...
(y esto se llama "FLASH")

jueves, 4 de noviembre de 2010

La alquimia del cuerpo

Para partir de una definición; la alquimia era una antigua técnica practicada en la edad media cuyos principales objetivos eran descubrir una sustancia que transmutaría los metales ordinarios en oro, y a encontrar medios para prolongar la vida humana indefinidamente en el tiempo.

Cuando la impotencia duele no hay con que aliviarla, sino es con tiempo. El silencio se combate con palabras y las palabras callan con silencio. Curiosa dicotomía la nuestra, de creer que el dolor se curte con tristeza y se calma con olvido, de pensar que el amor se combate con odio, cuando la indiferencia es la única arma, cuando de amor se trata. Extraño equilibrio surge al pensar que uno puede silenciar o apalabrar, doler u olvidar, sin pasar por la alquimia del cuerpo, sumiso a todo cambio o impacto vital. Todo se va haciendo carne y sangre en uno y con una negligencia magistral, uno se encarga de dejarlo pasar. Las lágrimas que se dejan cautivas terminan por pudrirse en el cuerpo y se convierten en líquidos densos y pesados y como grandes cargas inevitables transitan adentro para doler, en algún momento del día, en algún lugar del cuerpo. Los silencios secuestrados terminan por aturdirnos dentro y convertirse en fuertes gritos amorfos. El egoísmo absoluto rebota afuera y vuelve para vomitarnos el alma expuesta y si no hay suerte o gente, dejarnos solos con nosotros mismos. La soledad se hace aislamiento si se abusa de sus servicios, así como el descanso termina cansando la fuerza retenida. La ceguera momentánea se hace permanente si nuestros ojos solo ven de nuestras narices, hacia atrás. El dolor se hace excusa para no avanzar. La paciencia se vuelve impulso. La tolerancia, apuro. El deseo, represión y la intención se transforma en indefectible desgano. El vació terminará ocupando todo el espacio y para qué hablar del desamor…

Así es como la alquimia del cuerpo convierte los líquidos en materia y la materia en marca, y esa marca en un sólido y pesado bloque de experiencia que solo sirve para recordar. Pasa el tiempo y todo se cristaliza adentro, volviéndose parte del mismo todo, volviéndose más piel, más órgano, más visera, más cuerpo, y en algunos casos, arte. Bastará que llegue ese algo o ese alguien que haga que en tiempos como éste, uno lo vuelque en palabras como éstas. Y es en noches como éstas en las que todo volverá a convertirse, una vez más en líquido para solidificar. Es decir, en lágrima, para volver a empezar.

domingo, 24 de octubre de 2010

Volverme a escribir

Volverme a escribir implica haber surcado tantas durezas, a veces necesarias para seguir siendo. Instaladas ostras en la arena. Formas que ya se hicieron carne y sangre. Movimientos que no se van. Volver a escribir me significa escarbar entre costras y recuerdos, entre palabras e imágenes de colores faltantes. Buscar renacer no siempre se consigue solo deseándolo. Colgando en la mirada la sensación de haber perdido algo me llena el respirar de nostalgia y húmeda melancolía. Inútiles silencios enemigos, inútiles.

Para volverme a escribir no solo me hace falta esto sino también dar cuentas ahora, que es necesario más, porque éstas palabras no son solo eso, sino vivencias, y para poder soltarlas se es necesario más que solo pensarlas. Mucho más, que solo ocurrirlas. Fue propicio enamorarse. Fue necesario soltar, doler, enojar, llorar y perdonar. Fue necesario mirar, reir, acariciar, hablar y confesar. Y siempre por error o impunidad: olvidar y recordar, para volver a olvidar. Fue importante el recuerdo de muchas noches de amor...

Reconocer entonces, que ablandar el alma no es fácil, y después de todo, hablarle dulcemente. Que mimar de nuevo los sueños cuando ya no están cerca no es simple. Atrapar alguna esperanza, sin práctica, no sale de una sola vez, ni de varias. No puedo negar que hace falta aceitar los sentimientos, ni puedo negar la falta de algodón en la expresión de mi rostro. No se pueden evitar las marcas del tiempo vacío y el malgasto de la soledad atropellada. Los ecos de las risas, los abrazos. La ternura, con su falta y sus excesos. Los padres y el misterio de los vínculos. Las palabras nunca dichas y las dichas de más. Los sin-pensares y sin-sentidos, los sentidos mismos, las peleas, sus marcas y reconciliaciones. El afecto. Ternura, ternura, ternura; sin ternura parece no haber nada. Los abrazos no penetran en la piel y las lágrimas se me vienen secas. Para volver a escribir se necesita necesitar, y no negarlo; y con calor pedir, sin más, buscar. Despertáme tiernamente y humildes me volverán las miradas, sosegadas se me acercarán las punciones en el pecho. Así estos versos se van ubicando al fin y se van haciendo vida en la piel, junto a una misteriosa verdad que dice que cuando de "adentros" de trata, nunca se quiere lo que se puede tener, se quieren otras cosas. Después de haber podido volverme a escribir, un susurro tímido en la oscuridad pregunta: ¿estás conmigo todavía?